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Cáncer en la Sangre: entendiendo cuáles son, síntomas y tratamiento

El cáncer en la sangre, conocido también como cáncer hematológico, comprende un grupo de enfermedades que afectan la producción y función de las células sanguíneas. Estos cánceres se originan en la médula ósea, el tejido blando dentro de los huesos donde se producen las células sanguíneas. Los tipos más comunes de cáncer en la sangre incluyen la leucemia, el linfoma y el mieloma múltiple, cada uno con sus características y desafíos específicos. En este artículo se profundizará en el tema.

Características y Síntomas del cáncer en la sangre

Leucemia

La leucemia es un tipo de cáncer de la sangre que comienza en la médula ósea, el lugar donde se producen las células sanguíneas. Se caracteriza por la producción excesiva de glóbulos blancos inmaduros o anormales, los cuales no funcionan correctamente y pueden desplazar a las células sanguíneas sanas, afectando la capacidad del cuerpo para transportar oxígeno, combatir infecciones y controlar el sangrado. 

Esta enfermedad se clasifica en diferentes tipos, según la velocidad de progresión y el tipo de células sanguíneas afectadas. La leucemia aguda se desarrolla rápidamente y requiere tratamiento inmediato, mientras que la leucemia crónica progresa más lentamente y puede no manifestar síntomas durante años.

Linfoma

El linfoma es otro tipo de cáncer de la sangre, pero a diferencia de la leucemia, se origina en el sistema linfático, que es parte del sistema inmunitario del cuerpo. Este sistema incluye una red de ganglios linfáticos, el bazo, el timo y la médula ósea, todos cruciales para producir y transportar células inmunitarias que ayudan a combatir las infecciones. El linfoma surge cuando los linfocitos, un tipo de glóbulo blanco, se vuelven cancerosos y comienzan a multiplicarse de manera incontrolable, acumulándose en los ganglios linfáticos y en ocasiones en otros órganos.

Existen dos tipos principales de linfoma: Hodgkin y no Hodgkin, diferenciados principalmente por la presencia de células Reed-Sternberg en el linfoma de Hodgkin. Mientras que la leucemia afecta principalmente la médula ósea y, en algunos casos, se propaga a otros órganos, el linfoma se centra en el sistema linfático, aunque también puede afectar la médula ósea en etapas avanzadas.

La principal diferencia entre linfoma y leucemia radica en su punto de origen y cómo se diseminan en el cuerpo. La leucemia comienza en la médula ósea y afecta a la sangre, mientras que el linfoma se origina en el sistema linfático y afecta a los ganglios linfáticos y, potencialmente, a otros órganos del sistema inmunitario.

Mieloma Múltiple

El mieloma múltiple es un cáncer que afecta a las células plasmáticas, un tipo especializado de glóbulos blancos que producen anticuerpos para ayudar a combatir las infecciones. A diferencia de la leucemia, que involucra una producción excesiva de glóbulos blancos generalmente inmaduros en la médula ósea y puede afectar la sangre y otros órganos, y del linfoma, que se origina en el sistema linfático, el mieloma múltiple se centra en las células plasmáticas dentro de la médula ósea. Estas células cancerosas se multiplican y acumulan, interfiriendo con la producción de células sanguíneas sanas y la producción de anticuerpos normales, lo que puede llevar a un sistema inmunitario debilitado.

Síntomas y prevalencia del cáncer en la sangre

La leucemia se clasifica principalmente en aguda y crónica, con subtipos que incluyen leucemia linfoblástica aguda (LLA), leucemia mieloide aguda (LMA), leucemia linfocítica crónica (LLC) y leucemia mieloide crónica (LMC). La LLA es más común en niños, siendo una de las formas de cáncer más prevalentes en la infancia, mientras que la LMA, LLC, y LMC tienden a afectar a adultos mayores, con una edad media de diagnóstico alrededor de los 65 años. Los síntomas pueden incluir fatiga, fiebre, infecciones frecuentes, hematomas o sangrado fácil, y dolor en los huesos o articulaciones.

El linfoma se divide en dos categorías principales: linfoma de Hodgkin (LH) y linfoma no Hodgkin (LNH). El LH es más frecuente en dos grupos de edad específicos: jóvenes adultos (entre 20 y 30 años) y personas mayores de 55 años. El LNH tiene una mayor variabilidad en términos de subtipos y puede ocurrir a cualquier edad, aunque es más común en personas mayores. Los síntomas específicos incluyen inflamación de los ganglios linfáticos (generalmente no dolorosa), fiebre, sudores nocturnos, pérdida de peso sin causa aparente, y fatiga.

El mieloma múltiple afecta principalmente a adultos mayores, con una edad promedio de diagnóstico alrededor de los 70 años. Es menos común en personas menores de 40 años. Los síntomas específicos del mieloma múltiple incluyen dolor óseo severo, especialmente en la espalda y el pecho, niveles altos de calcio en la sangre, anemia (lo que lleva a fatiga y debilidad), problemas renales, y un mayor riesgo de infecciones debido a la producción alterada de anticuerpos.

Aunque hay síntomas que se superponen entre estas enfermedades, cada una tiene signos distintivos que son clave para su identificación y manejo clínico.

Factores de Riesgo y Diagnóstico

Los factores de riesgo varían según el tipo de cáncer en la sangre, pero pueden incluir la exposición a ciertas sustancias químicas, radiaciones, ciertos virus, y una predisposición genética.

El proceso de diagnóstico para los cánceres de la sangre, incluyendo la leucemia, el linfoma y el mieloma múltiple, involucra una combinación de técnicas avanzadas para determinar la presencia y el tipo específico de cáncer. Inicialmente, se realizan pruebas de sangre para evaluar anomalías en la cantidad o apariencia de las células sanguíneas, lo que puede indicar la presencia de un cáncer hematológico. Las biopsias de la médula ósea, que implican la extracción y análisis microscópico de una pequeña muestra de tejido de la médula, permiten identificar directamente las células cancerosas y determinar el tipo específico de cáncer. Además, los estudios de imagen como la tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética (RM) y las exploraciones por PET pueden revelar la extensión del cáncer más allá de la médula ósea, proporcionando información crucial para la planificación del tratamiento. Esta combinación de pruebas asegura un diagnóstico preciso, esencial para el desarrollo de un plan de tratamiento efectivo y personalizado para cada paciente.

Avances en el Tratamiento del cáncer de sangre

El tratamiento del cáncer en la sangre ha experimentado avances significativos en las últimas décadas, mejorando las perspectivas y la calidad de vida de los pacientes. Las opciones de tratamiento incluyen quimioterapia, radioterapia, trasplante de células madre y terapias dirigidas. 

La inmunoterapia, que potencia el sistema inmune del cuerpo para combatir el cáncer, y la terapia génica, que busca corregir mutaciones genéticas que causan la enfermedad, representan los avances más prometedores. 

Es que la inmunoterapia ha emergido como un pilar fundamental en el tratamiento de varios tipos de cáncer sanguíneo, ofreciendo nuevas esperanzas a través de mecanismos innovadores que potencian la capacidad del sistema inmune para reconocer y atacar las células cancerosas. Esta estrategia se distingue por su enfoque dirigido, que se centra en fortalecer las defensas naturales del cuerpo, marcando una diferencia significativa con respecto a los métodos convencionales como la quimioterapia y la radioterapia.

El cáncer en la sangre plantea desafíos significativos tanto para los pacientes como para los profesionales médicos. Sin embargo, los avances en la investigación y el tratamiento ofrecen esperanza para un futuro en el que estas enfermedades puedan ser manejadas más eficazmente o incluso curadas.

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